
Reconstruirse tras un intento de suicidio: historias de renacimiento
Cada año, millones de personas en el mundo sobreviven a intentos de suicidio. Lejos de ser el final, estas experiencias pueden convertirse en un punto de inflexión para iniciar un proceso de reconstrucción personal, siempre y cuando se reciba el apoyo adecuado.
El diario español recogió cuatro testimonios conmovedores: Lidia Cabrera, Javier Corral, Jordi Batalla y Cristina Espiau. Todos muestran que, pese a las cicatrices físicas y emocionales, el renacimiento existe.
Lidia, de 25 años, atravesó un camino marcado por el acoso escolar y los trastornos de la conducta alimentaria. Vivió tres intentos de suicidio, y en el último estuvo semanas en coma. Salió del hospital con una discapacidad del 43 %, en silla de ruedas y con secuelas físicas. Pero en medio de esa aparente derrota, encontró el inicio de su nueva vida.
“Solo quería dormirme y no despertarme. Era un dolor que perduraba y no cesaba”, recuerda. Hoy, tras un diagnóstico más preciso y un tratamiento psiquiátrico ajustado a su realidad, ha logrado recuperar autonomía, reeducarse para caminar y trabajar como integradora social en salud mental.
Su proceso le enseñó que no basta con sobrevivir: reconstruirse implica soltar las corazas defensivas y dejarse acompañar.
Javier, otro de los testimonios, encontró en sus perros un motivo para seguir adelante. Al comienzo, lo único que lo obligaba a levantarse cada mañana era sacarlos a pasear. Con el tiempo, esos animales se convirtieron en sus aliados terapéuticos: le dieron estructura, rutinas y compañía constante.
Su receta de vida incluye ejercicio físico, paseos diarios y pequeños rituales de autocuidado. “Respirar, agradecer, tomar conciencia de que sigo aquí”, dice. Esa suma de gestos mínimos le recuerda que reconstruirse no siempre es dar pasos gigantes, sino aprender a sostener lo pequeño.
¿No te parece increíble cómo la vida puede sostenerse en los detalles más simples?
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Jordi carga con recuerdos dolorosos de su infancia escolar. El bullying fue una herida que nunca cicatrizó del todo y que, en un momento, lo llevó al límite. “Dentro de mí, no me perdonaba lo que le estaba haciendo a la gente que quería”, admite.
Su proceso de reconstrucción llegó gracias a un acompañamiento psiquiátrico que combinó medicación y psicoterapia. Allí aprendió a desarmar el sentimiento de culpa, a entender que sus intentos no lo definían, y que merecía continuar.
Hoy, Jordi tiene una frase clara para quienes opinan sin comprender: “No minimices ni critiques lo que la otra persona siente. Puede ser la diferencia entre seguir adelante o rendirse”.
La historia de Cristina muestra otro aspecto esencial: el poder de un diagnóstico adecuado. Durante años fue tratada de manera equivocada, con terapias y medicamentos que no correspondían a su cuadro real. Eso no solo prolongó su dolor, sino que aumentó su sensación de estar sola e incomprendida.
Cuando finalmente recibió un diagnóstico ajustado y encontró un terapeuta que la escuchaba de verdad, sintió que “una puerta se abría”. Ese simple acto de validación fue el comienzo de su renacimiento.
Cada uno de estos relatos nos recuerda que reconstruirse tras un intento de suicidio es posible, pero requiere varios ingredientes clave:
Reconstruirse no significa olvidar lo que pasó, sino aprender a convivir con la experiencia y darle un nuevo sentido. Significa reconocer que el dolor existió, pero que también hay futuro.
¿No es acaso inspirador pensar que, incluso en la oscuridad más densa, alguien puede volver a ver colores?
Los cuatro testimonios coinciden en un punto: la terapia fue el eje que les permitió entenderse, aceptar sus heridas y redescubrir motivaciones. La psicoterapia es un espacio seguro para expresar lo que en la vida cotidiana no siempre puede decirse.

Si hoy sientes que estás en un túnel sin salida, recuerda: pedir ayuda es un acto de coraje. Y hablar con un profesional puede ser el inicio de tu reconstrucción.
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Las historias de Lidia, Javier, Jordi y Cristina nos recuerdan que la vida después de un intento de suicidio no es perfecta ni lineal. Habrá días de recaídas y momentos de fragilidad. Pero también habrá aprendizajes, victorias pequeñas y colores que vuelven a aparecer.










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