Tabla de contenidos
- El divorcio que nadie vio venir
- La máscara de la madre fuerte
- Las hijas que son su fuerza… y su mayor dolor
- Terapia: permitirse ser humana
- El renacer en el Carnaval
- Lecciones para otras Tatianas
Tatiana, una ejecutiva bancaria de 42 años en Barranquilla, ajusta su reloj deportivo a las 5:30 a.m. mientras sus hijas duermen. El gimnasio se ha convertido en su refugio desde que Brayan, su esposo por 15 años, se mudó con su amante. “Corro hasta que el dolor físico supere al emocional“, confiesa en voz baja durante su primera sesión en SELIA.
Lo que comenzó como un divorcio civilizado por diferencias en la crianza de Sara, de 13 años, y Salomé, de 8, se convirtió en una guerra silenciosa donde cada sonrisa que les regala a sus hijas es una victoria sobre el vacío que siente cuando está sola.
El divorcio que nadie vio venir
Las diferencias siempre estuvieron ahí: Brayan, comerciante del centro, creía que sus hijas debían emprender desde adolescentes. Tatiana, contadora pública graduada con honores, insistía en educación de calidad. “Cuando me dijo que Sara dejara el curso de idiomas para vender accesorios de su negocio, supe que estábamos criando en universos paralelos”, recuerda.
Pero fue la infidelidad lo que rompió el último hilo. “Encontré los mensajes el mismo día que Salomé ganó un concurso de matemáticas en el colegio. Lloré más por tener que arruinar su celebración que por la traición en sí“.
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Comienza ahoraSu rutina posdivorcio es un acto de supervivencia:
- ✔️ Madrugadas en el gimnasio para evitar llorar en casa
- ✔️ Fotos en redes sociales de viajes con sus hijas (#MamáSolaPeroFeliz)
- ✔️ Noches estudiando con Salomé hasta quedarse dormida sobre los cuadernos
“En el trabajo soy la jefa impecable, en el colegio la mamá presente, pero cuando las dejo en casa de Brayan… me derrumbo en el ascensor“, admite. Su psicóloga en SELIA lo llama “síndrome de la superwoman”: la presión de demostrar que está mejor que nunca, mientras por dentro se desmorona.
Las hijas que son su fuerza… y su mayor dolor
Sara, a sus 13 años, se convirtió en su cómplice: “Mamá, no necesitamos que seas perfecta, solo que estés aquí“. Salomé, más pequeña, sigue preguntando cuándo volverán a ser familia con papá. “Cada pregunta suya es como un cuchillo“, confiesa Tatiana.
El mayor desafío ha sido contener su ira cuando Brayan llega a recogerlas con regalos caros que nunca compró durante el matrimonio.
Terapia: permitirse ser humana
El tratamiento en SELIA se enfoca en:
- Duelo auténtico: Designar un “rincón del llanto” donde puede desahogarse sin miedo a ser descubierta
- Reconstrucción identitaria: Separar “la esposa de Brayan” de “la Tatiana esencial” a través de ejercicios con fotos de su juventud
- Crianza consciente: Aprender que mostrar vulnerabilidad (controlada) también enseña resiliencia a sus hijas
“El día que les conté que a veces las maestras también lloran, Sara me abrazó y dijo ‘Por fin eres real’. Fue mi primera lección de que la fuerza no está en la perfección“, relata.
El renacer en el Carnaval
Este año, Tatiana bailó cumbia en el Carnaval con Sara, algo que Brayan siempre consideró “pérdida de tiempo”. “Mis lágrimas se mezclaban con el sudor y el brillo. Por primera vez, el dolor sabía a libertad“, describe. Ahora planean un viaje al exterior, financiado con lo que ahorra al no pagar los caprichos de su ex.
Lecciones para otras Tatianas
Su historia enseña que:
- Los divorcios duelen más cuando hay hijos que proteger
- La “felicidad performativa” en redes sociales puede ser otra prisión
- Mostrar vulnerabilidad selectiva también es un acto de amor maternal
En SELIA recordamos que sanar no es dejar de llorar, sino aprender a hacerlo sin ahogarse en las lágrimas. Como Tatiana descubrió: “Mis hijas no necesitan una supermamá, necesitan una mamá que les enseñe cómo levantarse cuando la vida te derriba“.
*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.