Tabla de contenidos
- De la conexión al vacío: cómo el ghosting se convirtió en herida
- El impacto oculto del ghosting
- Terapia: reconstruyendo después del silencio
- El click que lo cambió todo
- De víctima a sobreviviente
- Lecciones para otras Sandras
De la conexión al vacío: cómo el ghosting se convirtió en herida
Todo parecía perfecto: Samuel, diseñador gráfico de 29 años, compartía su amor por el cine indie y los viajes. Sus conversaciones fluían desde el primer día, llenas de planes futuros y confesiones íntimas. “Hasta hablamos de ir juntos a un festival de cine en Cartagena“, recuerda Sandra. Pero después de su tercera cita (donde incluso se besaron), los mensajes de él se espaciaron, las excusas aumentaron (“Estoy muy ocupado con un proyecto“), hasta que dejó de responder por completo.
“Lo peor fue la incertidumbre“, admite. “Durante semanas me pregunté: ¿Fue algo que dije? ¿Le pasó algo? ¿Estoy exagerando?“. Revisó obsesivamente sus redes sociales (él seguía activo) y hasta pensó en escribirle a sus amigos para preguntar si estaba bien.
El impacto oculto del ghosting
El silencio de Samuel desencadenó en Sandra una crisis de autoestima que afectó incluso su trabajo remoto para la empresa española:
✔️ Disminución en su productividad (revisaba constantemente el teléfono)
✔️ Insomnio (soñaba que él reaparecía con explicaciones absurdas)
✔️ Aislamiento social (canceló salidas con amigos por vergüenza)
¿Necesitas apoyo? Selia te ayuda
Sana tus heridas con terapia online personalizada. ¡Agenda una consulta!
Comienza ahoraTerapia: reconstruyendo después del silencio
En SELIA, la psicóloga especializada ayudó a Sandra a navegar el duelo particular que causa el ghosting:
1. Cerrar ciclos sin respuestas
- Ejercicio de la “carta no enviada”: escribir todo lo que quería decirle a Samuel, luego quemarla ritualmente
- Entender que el ghosting habla más del que desaparece que del abandonado
2. Reconfigurar la autoestima
- Lista de “evidencias de mi valor”: logros profesionales, cualidades personales
- Análisis racional de la situación (“Si realmente tuviera un problema, ¿no habría avisado a más personas?“)
3. Reconectar con la confianza
- Peñas de “citas seguras” con amigos donde practicaba volver a socializar
- Revisión de patrones: ¿idealizó a Samuel por su miedo a la soledad?
El momento clave llegó cuando su terapeuta le preguntó: “¿Qué le dirías a tu mejor amiga si le hubieran hecho esto?“. Sandra rompió a llorar: “Le diría que él no merece su tiempo, que es cobarde, que…“. Se detuvo al darse cuenta de que no se aplicaba el mismo consejo.
De víctima a sobreviviente
A tres meses de terapia:
✓ Eliminó el chat con Samuel sin necesidad de “respuestas“
✓ Retomó su pasión por la fotografía (publicando sus trabajos sin miedo)
✓ Comenzó a salir con amigos nuevamente, estableciendo límites claros
“Lo más liberador fue entender que el ghosting no fue un rechazo a mi valor, sino una muestra de la incapacidad de él para comunicarse“, reflexiona.
Lecciones para otras Sandras
Su historia enseña que:
- El ghosting dice todo del que huye y nada del que queda
- Buscar “cierre” en quien nos negó hasta una despedida es como pedirle fuego a un fósforo mojado
- La indiferencia también es una respuesta (clara, aunque dolorosa)
En SELIA recordamos que el ghosting duele porque activa nuestras peores inseguridades, pero como descubrió Sandra: “El silencio de alguien nunca debería ser más fuerte que tu propia voz interior“.
Si te identificas con esta historia, busca ayuda. Como Sandra escribió en su diario tras superarlo: “Hoy agradezco su silencio. Fue el vacío que necesitaba para escucharme a mí misma de nuevo“. La indiferencia ajena no define tu valor; tu capacidad de levantarte después, sí.