El laberinto del autoengaño en la ludopatía: cuando el juego deja de ser un juego

El laberinto del autoengaño en la ludopatía: cuando el juego deja de ser un juego
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El autoengaño es un proceso inconsciente mediante el cual una persona evita aceptar la verdad sobre su conducta. En el caso del juego patológico, esto se manifiesta en frases como “solo estoy jugando por diversión”, “puedo parar cuando quiera”, o “estoy a punto de recuperar todo lo que perdí”. Estas racionalizaciones son formas de protegerse del sentimiento de culpa, la vergüenza o el miedo a perder el control.

En los inicios de la adicción, el jugador a menudo niega que exista un problema. Puede incluso sentirse eufórico con las ganancias iniciales, interpretándolas como prueba de su habilidad o suerte. Esta fase alimenta la ilusión de que el juego es una forma viable de obtener ingresos o mejorar su situación económica. Sin embargo, cuando las pérdidas superan las ganancias, el autoengaño se intensifica.

El ciclo del juego y la ilusión del control

Una de las creencias más comunes entre los jugadores patológicos es la ilusión de control. El jugador se convence de que puede predecir o influir en los resultados, lo cual refuerza su conducta adictiva. Por ejemplo, tras una pérdida significativa, puede pensar que está “debido para ganar”, convencido de que una victoria está a la vuelta de la esquina.

En este contexto, cada derrota se ve como un obstáculo temporal, y cada pequeña victoria como una confirmación de que vale la pena seguir intentándolo. El jugador entra así en un ciclo de refuerzo intermitente, donde la recompensa impredecible fortalece la conducta de juego.

Un caso que refleja una realidad frecuente

“No estoy tan mal como otros jugadores”, se repetía. Esta frase resume uno de los mecanismos de autoengaño más comunes: la comparación descendente, que permite minimizar la gravedad de la situación propia.

Negación, minimización y racionalización

La negación es uno de los pilares del autoengaño en la ludopatía. El jugador simplemente rechaza la evidencia que indica que tiene un problema. Incluso ante deudas crecientes, relaciones deterioradas o consecuencias laborales, puede seguir afirmando que tiene todo bajo control.

La minimización, por otro lado, consiste en restar importancia al impacto del juego: “solo juego los fines de semana”, “no gasto tanto como dicen”. La racionalización, en cambio, busca justificar el comportamiento: “es la única forma que tengo de relajarme”, “todo el mundo apuesta”, “si no juego, me siento peor”.

Estos mecanismos se combinan para mantener al jugador en una burbuja de irrealidad que, aunque aparentemente protege su autoestima, termina profundizando la adicción.

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El impacto emocional del autoengaño

Vivir en un estado constante de autoengaño tiene un alto costo emocional. A medida que la persona se enfrenta con las consecuencias reales de su adicción, comienza a experimentar una disonancia cognitiva: el conflicto entre lo que cree y lo que vive. Esta tensión puede generar ansiedad, irritabilidad, depresión y sentimientos de culpa profundos.

En muchos casos, el autoengaño también lleva al aislamiento. Para evitar el juicio de los demás, el jugador se aísla, miente o evita cualquier situación que pueda confrontarlo con su problema. La soledad y el ocultamiento se convierten en parte del ciclo adictivo.

Romper el ciclo: conciencia y ayuda profesional

Romper con el autoengaño requiere, ante todo, conciencia. El primer paso hacia la recuperación es aceptar que hay un problema. Este reconocimiento no siempre llega de forma voluntaria; a veces es el resultado de una crisis, como una pérdida económica grave, la ruptura de una relación o una intervención familiar.

La ayuda profesional es clave en este proceso. Psicólogos especializados en adicciones pueden ayudar a desmontar las creencias disfuncionales, identificar los patrones de pensamiento distorsionados y trabajar en la reconstrucción de la autoestima. En muchos casos, se recomienda la terapia cognitivo-conductual, que se centra en modificar los pensamientos que alimentan la conducta de juego.

El rol de la familia y el entorno

El acompañamiento familiar puede ser un factor decisivo en la recuperación. Sin embargo, también es común que los familiares caigan en sus propios patrones de negación o codependencia. Educar al entorno sobre la naturaleza del autoengaño y la adicción permite establecer límites saludables y fomentar una comunicación basada en el apoyo, no en el juicio.

Grupos de apoyo como Jugadores Anónimos ofrecen un espacio seguro donde compartir experiencias, escuchar a otros que han pasado por lo mismo y comenzar a desmontar el entramado del autoengaño. La identificación con otros jugadores es una herramienta poderosa para recuperar la claridad.

Prevención: educar para reconocer el riesgo

La prevención de la ludopatía y del autoengaño asociado comienza con la educación. Enseñar desde edades tempranas sobre los riesgos del juego, la diferencia entre diversión y adicción, y las trampas cognitivas del pensamiento disfuncional es fundamental.

En un contexto social donde el juego está cada vez más normalizado, es necesario fomentar una mirada crítica. La publicidad, las aplicaciones de apuestas y la accesibilidad al juego en línea hacen que los jóvenes sean particularmente vulnerables. Dotarlos de herramientas para identificar el autoengaño puede ser clave para prevenir el desarrollo de una adicción.

Salir del laberinto

El autoengaño en la ludopatía es un mecanismo complejo y profundamente humano. Protege momentáneamente, pero a largo plazo perpetúa el sufrimiento. Reconocerlo, enfrentarlo y buscar ayuda es el camino para recuperar el control y reconstruir una vida plena.

Desde SELIA, alentamos a quienes enfrentan esta situación a dar el primer paso: mirar de frente la realidad, sin miedos ni engaños, y abrirse a la posibilidad de cambiar. de forma plena, consciente y saludable. En SELIA, promovemos una visión del amor que reconoce su complejidad y celebra su poder transformador. Porque amar bien también es una forma de cuidar la salud mental.