Tabla de contenidos
- “Te necesito, pero te alejo”: el caos emocional del apego desorganizado
- El detonante: “Mi esposa dijo que ya no aguantaba más”
- Reaprender el amor: terapia y pequeños pasos
- El negocio vs. el corazón: cómo el apego afectaba todo
- “Ya no quiero vivir con miedo”: un mensaje para otros como él
“Te necesito, pero te alejo“: el caos emocional del apego desorganizado
Carlos creció en una casa donde el amor y el miedo iban de la mano. Su padre, un hombre de carácter fuerte, alternaba entre la indiferencia y los arranques de ira, mientras que su madre, aunque cariñosa, era impredecible—un día lo abrazaba con ternura y al siguiente lo ignoraba por días. “Aprendí que el cariño podía desaparecer en cualquier momento“, confesó en terapia. Esa contradicción marcó su forma de relacionarse: anhelaba conexión, pero al mismo tiempo la saboteaba por temor al abandono.
El apego desorganizado, un estilo de vinculación que surge en entornos familiares caóticos o traumáticos, se manifestaba en su matrimonio de manera cruel. Carlos oscilaba entre ser extremadamente cariñoso con Claudia—llevándole flores sin motivo o cancelando reuniones de trabajo para estar con ella—y, de pronto, volverse frío o hostil, especialmente cuando ella mostraba independencia. “Si salía con amigas, yo le reclamaba que no me quería. Pero si ella me pedía más tiempo juntos, me sentía asfixiado“, admitió.
El detonante: “Mi esposa dijo que ya no aguantaba más“
Todo llegó a un punto crítico cuando Claudia, después de una discusión en la que Carlos la acusó de “estar con otro” sin ninguna prueba, le dijo las palabras que lo aterrorizaban: “Prefiero estar sola que vivir esta montaña rusa”. Fue entonces cuando buscó ayuda. En las primeras sesiones, Carlos repetía: “Sé que la amo, pero no sé por qué actúo así“.
Su terapeuta de SELIA le explicó que el apego desorganizado es una respuesta adaptativa a un pasado donde las figuras de cuidado fueron, al mismo tiempo, fuente de consuelo y de peligro. “El cerebro aprende que amar es inseguro, y por eso se defiende con mecanismos contradictorios: acercarse y alejarse al mismo tiempo“, le dijo. Para Carlos, esto se traducía en un miedo visceral a ser abandonado, pero también en una incapacidad para confiar plenamente—incluso en quien más amaba.
¿Necesitas apoyo? Selia te ayuda
Sana tus heridas con terapia online personalizada. ¡Agenda una consulta!
Comienza ahoraReaprender el amor: terapia y pequeños pasos
El tratamiento se enfocó en tres pilares:
- Identificar sus disparadores: Carlos comenzó a reconocer que ciertas situaciones—como que Claudia llegara tarde a casa—activaban en él la misma angustia que sentía de niño cuando su madre no volvía a tiempo.
- Regular sus emociones: Aprendió técnicas de grounding (como respirar profundamente o tocar texturas) para evitar reacciones impulsivas. “Antes, si Claudia no respondía un mensaje, yo mandaba 20 más. Ahora espero, me calmo y pienso“, contó.
- Reconstruir la confianza: Con ejercicios graduales, como planificar juntos una salida sin que él intentara controlar los detalles, fue entendiendo que el amor no requiere hipervigilancia.
Claudia también se unió a algunas sesiones. “Me di cuenta de que no era que no me amara, sino que su cabeza lo hacía sufrir tanto como a mí“, dijo ella. Aunque el proceso es lento—hubo recaídas donde Carlos volvió a acusarla sin razón—, ambos notan cambios. “Ahora, cuando siento que el pánico me gana, le digo: ‘Necesito un momento, es mi herida hablando’, y ella lo entiende“, explicó Carlos.
El negocio vs. el corazón: cómo el apego afectaba todo
El apego desorganizado también se filtraba en su vida laboral. Carlos era exigente con sus empleados, pero alternaba entre tratarlos con generosidad excesiva y despedirlos abruptamente por errores menores. “Era como si, inconscientemente, repitiera el patrón de mi padre: hoy te premio, mañana te destruyo“, reflexionó. Con terapia, empezó a delegar tareas sin microgestionar, y sus negocios mejoraron. “Mis empleados están más tranquilos, y eso me hace sentir más en control real“, dijo.
“Ya no quiero vivir con miedo“: un mensaje para otros como él
Carlos sabe que la herida del apego no sana de un día para otro, pero ahora tiene herramientas. “Antes, el amor me parecía un juego donde siempre perdía. Ahora entiendo que puedo aprender las reglas“, dijo. Su historia resuena en un país como Colombia, donde muchas personas cargan con traumas familiares no resueltos y repiten ciclos de dolor sin saber por qué.
En SELIA, recordamos que el apego desorganizado no es una condena. Con terapia, paciencia y redes de apoyo, es posible transformar esos patrones. Como Carlos dice: “El primer paso fue aceptar que mi corazón estaba herido. El segundo, dejar que alguien me ayudara a curarlo“.
Si te identificas con esta historia, no estás solo. Buscar ayuda es el acto más valiente para romper las cadenas invisibles del pasado.
*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.