Tabla de contenidos
- Quienes sienten soledad: no solo personas mayores
- Consecuencias devastadoras para la salud mental y física
- Una epidemia que crece: causas digitales y sociales
- Rompiendo el silencio: una hoja de ruta global a 10 años
- Casos y jóvenes: un llamado urgente
- Acción local, impacto global
- Salud mental y soledad: un binomio inseparable
- De la soledad a la conexión
La soledad y el aislamiento social no son simplemente sensaciones pasajeras: la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo califica como una amenaza de salud pública que afecta a una de cada seis personas en el mundo. En su informe De la soledad a la conexión social, la Comisión de la OMS sobre Conexión Social alerta que un 15,8 % de la población global —más de 1 200 millones de personas—, ha experimentado soledad entre 2014 y 2023.
Este sentimiento profundo y doloroso nace de la brecha entre los vínculos deseados y los reales. No se trata solo de estar solo, sino del dolor que genera sentirnos desconectados cuando deseamos lo contrario. Aunque el aislamiento social y la soledad son fenómenos distintos —uno objetivo y otro subjetivo— ambos afectan la salud emocional con consecuencias físicas y psíquicas.
Quienes sienten soledad: no solo personas mayores
Contrario al estereotipo de que solo las personas mayores sufren soledad, el informe revela que los adolescentes y jóvenes adultos muestran las tasas más altas: 20,9 % y 17,4 % respectivamente. Los adultos (15,1 %) y personas mayores de 60 años (11,8 %) también experimentan soledad, aunque en menor proporción.
El informe destaca cómo cambios en la crianza, la digitalización temprana y la dependencia de la virtualidad han reducido las interacciones cara a cara, especialmente entre los más jóvenes. Sin embargo, la soledad trasciende edades: afecta a estudiantes, trabajadores, adultos mayores y poblaciones vulnerables sin distinción.
Consecuencias devastadoras para la salud mental y física
La soledad ya no solo duele: mata. La OMS estima que provoca aproximadamente 871.000 muertes al año, es decir unas 100 muertes cada hora. Su impacto en la salud física y mental es comparable al tabaquismo: eleva el riesgo cardiovascular, la diabetes, la demencia y, sobre todo, la depresión y la ansiedad.
A nivel emocional, la soledad alimenta un círculo vicioso donde la rumiación negativa, el miedo al rechazo y la desconexión generan más aislamiento, dificultando pedir ayuda. En EE. UU., personas que se sienten solas tienen entre 2 y 3 veces más riesgo de depresión y estrés crónico que quienes tienen redes de apoyo.
Además, la soledad está relacionada con un deterioro del sistema inmunológico, niveles elevados de cortisol y, en las edades adolescentes, puede incluso afectar el rendimiento académico: jóvenes solitarios presentan hasta un 22 % más de probabilidad de bajar su rendimiento escolar.
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Comienza ahoraUna epidemia que crece: causas digitales y sociales
A pesar del acceso masivo a redes sociales y medios digitales, la conexión real disminuye. La OMS advierte que el uso excesivo de tecnología puede intensificar la soledad en jóvenes, al sustituir interacciones profundas por contactos superficiales. Según un estudio de Harvard, el 73 % de los adultos estadounidenses asocian la tecnología con un aumento del sentimiento de soledad.
Las estructuras sociales también vulneran. El informe señala que países de ingresos bajos muestran mayor prevalencia de soledad (cerca del 24 %), comparado con alrededor del 11 % en países de ingresos altos. Factores como precariedad económica, menor acceso a infraestructuras comunitarias y desigualdades educativas lo explican.
Rompiendo el silencio: una hoja de ruta global a 10 años
La OMS propone un plan estratégico centenario para frenar esta epidemia, con cuatro ejes de acción:
- Incorporar la conexión social como indicador de salud pública.
- Construir infraestructura comunitaria que promueva la interacción presencial.
- Fomentar programas sociales y terapias grupales para fortalecer los vínculos.
- Reformar políticas para reducir desigualdades sociales y garantizar el derecho a la conexión.
Además, reconoce el rol dual de la tecnología: puede facilitar la conexión o profundizar el aislamiento. En este plan, se busca implementar iniciativas digitales que promuevan relaciones auténticas en vez de sustituirlas.
Casos y jóvenes: un llamado urgente
El informe alerta sobre una generación en riesgo: adolescentes y adultos jóvenes que crecieron en entornos cada vez más digitales. En EE. UU., más del 40 % de los jóvenes de 18 a 34 años reportan sentirse solos. En Australia, uno de cada cuatro jóvenes siente soledad diaria, y se espera que el impacto en su salud emocional sea enorme.
La conclusión es clara: ofrecer educación emocional, espacios grupales presenciales y estrategias digitales conscientes debe ser prioridad en políticas juveniles.
Acción local, impacto global
Organizar eventos comunitarios, fortalecer redes vecinales, escuelas y centros de trabajo que promuevan la conexión, o simplemente adoptar iniciativas informales —como cafés de conversación— puede marcar una gran diferencia. No se trata de un problema individual: es un desafío social y comunitario.
La OMS insiste en que “las conexiones sociales fuertes” pueden ser la clave para una vida más larga y saludable. Políticas integrales combinadas con acciones cotidianas pueden revertir esta crisis silenciosa.
Salud mental y soledad: un binomio inseparable
La soledad no solo afecta el ánimo: impacta el sistema inmune, el sueño, la presión arterial, los niveles de cortisol y el riesgo de enfermedades crónicas. Romper con la soledad es también una forma de cuidar el bienestar integral.
En SELIA, compartimos la convicción de la OMS: la salud mental no se cuida en soledad. Construir entornos de apoyo y conexión no es solo una acción sanitaria, es un acto de humanidad.
De la soledad a la conexión
El informe de la OMS es una alarma global: la soledad es una epidemia mundial que mata y enferma. Pero también ofrece una oportunidad histórica: cambiar el rumbo con políticas, comunidades y actitudes basadas en la conexión.
Cada acción cuenta: acompañar a un vecino, reunirse en parques, escuchar sin juzgar, crear redes de apoyo, diseñar ciudades que inviten a encontrarse… todo suma.
Como dice la OMS, la conexión social debe ser considerada con la misma urgencia que la salud física.