
¿Qué son los vínculos afectivos y cómo desarrollarlos? | Selia
El vínculo afectivo hace referencia a esa conexión que se forma con alguien que quieres, es la responsable de que te preocupes por cómo está, o la que lleva a que busques estar siempre en contacto con esa persona. El vínculo afectivo se deriva de los sentimientos en común y es un aspecto muy importante de nuestro bienestar emocional, y por su puesto, de nuestras relaciones personales.
Para que entiendas la importancia de los vínculos afectivos, ¡hemos creado esta nueva entrada de nuestro blog! Aquí te contaremos qué son vínculos afectivos, los tipos de vínculos afectivos y mucho más.
Los vínculos afectivos se pueden definir como esa relación de amor y de cariño que se establece entre dos personas. Los vínculos afectivos se dan porque como seres humanos vivimos, tenemos la tendencia natural a estar en grupos como la familia o la sociedad. Como dicen por ahí, somos seres sociales.
Los vínculos afectivos se forman a través de la necesidad básica de cercanía y seguridad emocional. Además, se basan en la confianza, la intimidad, la comunicación, el respeto y la reciprocidad. Es por esto que es importante tener en cuenta que para que un vínculo se dé, debe ser mutuo.
De acuerdo con la psicología, existen diferentes tipos de vínculos afectivos los cuáles varían según el contexto del mismo. Aquí te contamos más de estos tipos de vínculos afectivos:
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Aunque el surgimiento depende mucho de los tipos de vínculos afectivos, el contexto y las condiciones que los rodean, existen algunos modelos que explican cómo es que surgen.
Por ejemplo, los investigadores Peggy Emerson y Rudolph Schaffer estudiaron cómo surgían los vínculos afectivos por 18 meses observando a un grupo de niños. Con base en a sus observaciones, descubrieron que la formación de vínculos afectivos pasaba por cuatro fases:
Como tal, no existe una fórmula mágica que permita crear un vínculo afectivo pues para que este surja primero deben darse ciertas condiciones como la confianza y el cariño. Además, cada uno de los tipos de vínculo afectivo tiene su forma particular de surgir. Sin embargo, algunos expertos coinciden en que existen algunos consejos que podemos seguir para construir vínculos afectivos saludables:
El primer paso para construir un vínculo afectivo saludable es conocerse a uno mismo, sus emociones, necesidades, valores y límites. También es importante tener una buena autoestima. De esta manera, podremos relacionarnos con los demás desde una posición de igualdad y no de dependencia.
Las habilidades sociales son el conjunto de conductas que nos permiten interactuar con los demás de manera efectiva y satisfactoria. Estas habilidades nos ayudan a expresar nuestros sentimientos, opiniones y necesidades, así como a comprender y respetar los de los demás. Y lo más importante, es que independientemente de qué tan malas (o buenas) creas que son tus habilidades, ¡estas siempre se pueden desarrollar!
No todas las personas son compatibles o afines con nosotros, por lo que es importante ser cuidadosos en la selección de aquellas que nos aporten algo positivo. De esta manera, podemos evitar las relaciones tóxicas, las cuales son aquellas que nos hacen sentir mal, que nos manipulan o nos humillan.
Para construir un vínculo afectivo saludable, es fundamental mostrar interés y cariño genuino por la otra persona o personas, demostrándoles que nos importan, que nos preocupamos por su bienestar, que les prestamos atención y que les apoyamos en sus momentos difíciles.
La comunicación es la base de toda relación. Esto implica escuchar activamente lo que nos dicen, sin interrumpir, juzgar o criticar. Además, a la hora de expresar lo que sentimos, pensamos y queremos, es importante hacerlo de manera que lo busquemos agredir, imponer o manipular.
Los límites son necesarios para proteger nuestra integridad, nuestra autonomía y nuestro espacio personal, así como los de los demás. Para establecer y respetar los límites, es importante comunicarnos claramente, sin miedo ni culpa, además debemos escuchar los de la otra persona y buscar entender su punto de vista.
Los conflictos son inevitables en toda relación, pero no tienen por qué ser negativos. Estos pueden llegar a ser una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Para resolver los conflictos de manera constructiva es necesario adoptar una actitud positiva, abierta y colaborativa, en la que se busque una solución que beneficie a ambas partes.
Los vínculos afectivos son fundamentales para nuestro desarrollo y nuestro bienestar. Dichos vínculos nos ayudan a formar nuestra identidad, nuestra autoestima, nuestra capacidad de empatía y nuestra regulación emocional desde muy pequeños. De igual forma, los distintos tipos de vínculos afectivos también favorecen el aprendizaje, la creatividad, la resiliencia y la adaptación al entorno de los individuos. Además, si esto no fuera ya suficientemente importante, los vínculos afectivos también influyen en la fortaleza de la autoestima de cada persona.
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La familia es el primer contexto donde se crean los vínculos afectivos. Los padres, madres y cuidadores son las figuras de referencia que ofrecen al niño o niña amor, protección, cuidado y atención.
Estas figuras transmiten al niño o niña un modelo de relación, comunicación y expresión de emociones. La calidad de los vínculos afectivos que se establecen en la familia determina el tipo de apego que el niño o niña desarrollará.
De igual forma, es en la familia donde aprendemos a construir los distintos tipos de vínculos afectivos, así como a cuidarlos y evitar que se rompan. No generar vínculos afectivos desde la familia podría dificultar crear dichos vínculos con la sociedad, amigos o pareja más adelante en nuestras vidas.
El apego es el vínculo afectivo que se forma entre el niño o niña y su cuidador principal, generalmente la madre o el padre. Dicho apego se basa en la necesidad de seguridad y protección que tienen los niños frente a las amenazas del entorno.
En este sentido, Cindy Hazan y Phillip Shaver clasificaron el apego en cuatro grupos distintos:
Apego seguro: Los niños con apego seguro se sienten cómodos al estar cerca de sus cuidadores y confían en que sus necesidades serán atendidas. Pueden explorar el mundo con confianza, sabiendo que tienen un refugio seguro al que regresar cuando lo necesiten.
Apego ansioso-preocupado: Los niños con un estilo de apego ansioso-preocupado pueden mostrar signos de ansiedad cuando están separados de sus cuidadores. Pueden aferrarse a ellos en busca de consuelo, mostrando una necesidad constante de atención y validación. A menudo, se preocupan por el abandono y pueden tener dificultades para calmarse por sí mismos cuando están angustiados.
Apego evitativo: Los niños con un estilo de apego evitativo tienden a mostrar menos dependencia de sus cuidadores y pueden parecer indiferentes ante la separación. Prefieren explorar el entorno por sí mismos y pueden resistirse a buscar consuelo cuando están angustiados. Pueden haber aprendido a suprimir sus necesidades emocionales debido a experiencias previas de falta de respuesta por parte de los cuidadores.
Apego desorganizado: Los niños con un estilo de apego desorganizado pueden mostrar un comportamiento contradictorio y confuso. Pueden alternar entre buscar cercanía emocional con sus cuidadores y alejarse repentinamente. Este comportamiento puede reflejar un conflicto interno entre el deseo de proximidad y el miedo a la intimidad, posiblemente debido a experiencias traumáticas o abusivas en el pasado.
Si bien, estos son ejemplos con niños, las investigaciones y observaciones han demostrado que estos tipos de apego, y los comportamientos que los acompañan, también se pueden presentar en los adultos.
Si has tenido dificultades en tus relaciones debido a patrones de apego inseguros, trabajar estos patrones en terapia te ayuda a construir vínculos más saludables.
Para favorecer el desarrollo de vínculos afectivos seguros y saludables en los niños y niñas, ¡toma en cuenta los siguientes consejos!
Recuerda que por naturaleza, los humanos somos seres sociales que buscamos la convivencia con otras personas. Y es que a través de dichas relaciones encontramos conceptos como el sentido de pertenencia, la validación de nuestro valor externo o los vínculos afectivos de pareja y sexuales. Esto sin mencionar las relaciones profesionales y de amistad. Y por supuesto, todo esto tiene un impacto en nuestra salud mental y cómo nos sentimos emocionalmente.
Vale la pena destacar que en este mundo hiperconectado, las relaciones sociales juegan un papel clave. Solo basta con pensar cómo tener amigos o contactos puede influir en la búsqueda de empleo, al realizar un proyecto, emprendimiento, etc. Lo cual también repercute en nuestra salud mental.
Los vínculos afectivos tienen un impacto directo en nuestra salud mental, tanto en la infancia como en la edad adulta. Los vínculos afectivos seguros y saludables nos protegen de los efectos negativos del estrés, la ansiedad, la depresión y otros trastornos mentales. O por el contrario, pueden llevar a que constantemente estemos ansiosos o temerosos al abandono, el rechazo o la soledad.
Además, los vínculos afectivos inseguros y dañinos nos exponen a un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental como baja autoestima, dificultad para relacionarse con el sexo opuesto, aislamiento, inestabilidad emocional, etc.
¿Qué son los vínculos afectivos?
Son las conexiones que formamos con otra persona basadas en el amor, cariño, respeto y confianza. Aunque las características pueden variar según los tipos de vínculos afectivos.
¿Cómo se genera un vínculo afectivo?
Los vínculos afectivos se desarrollan a partir de la interacción, la confianza, la intimidad, el cuidado y el respeto mutuo.
¿Cuál es la importancia de los vínculos afectivos?
Los vínculos afectivos influyen en nuestro bienestar, nos hacen sentir seguros, queridos y en confianza, nos pueden enriquecer, motivar y además, aportar a nuestra autoestima.
¿Cuáles son los tipos de vínculos?
Los tipos de vínculos afectivos son: De amistad, familiar, filial, fraternal y de apego.
¿Cómo se fortalecen los vínculos afectivos?
Tener una comunicación abierta y clara, ser honestos, empáticos, demostrar cariño, darle su lugar al otro y respetar límites son las principales formas de fortalecer dichos vínculos.
¿Qué son los vínculos afectivos sanos?
Los vínculos afectivos sanos son los que nos aportan o enriquecen en lugar de limitarnos. Nos hacen sentir bien, plenos y tranquilos, no son tóxicos ni abusivos.
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