Cómo descubrí que mi celular me tenía secuestrado: nomofobia

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Camilo, un ingeniero de sistemas de 30 años residente en Cajicá, creía tener el trabajo ideal: proyectos remotos como desarrollador independiente que le permitían administrar su tiempo. Hasta que en diciembre de 2024, durante unas vacaciones familiares en Santa Marta, enfrentó una cruda realidad: no podía estar desconectado de su teléfono ni por cinco minutos. “Me di cuenta que tenía un problema cuando preferí quedarme en la arena mirando mi celular en lugar de nadar en el mar con mis sobrinos“, confiesa con vergüenza durante su primera sesión con un experto de SELIA.

La rutina que normalizó la adicción

Trabajando desde casa desde 2022, Camilo había desarrollado hábitos que parecían inofensivos:

  • Dormir con el celular bajo la almohada “por si llegaba un mensaje importante
  • Revisar compulsivamente notificaciones cada 3-5 minutos
  • Sentir pánico cuando la batería bajaba del 30%

Como mis ingresos dependían de responder rápido a los clientes, justificaba que estar siempre conectado era parte de mi trabajo“, explica. Pero el verdadero costo apareció en vacaciones, cuando sin obligaciones laborales seguía comportándose igual.

Las señales de alarma en Santa Marta

Su familia notó comportamientos preocupantes:

  • ✔️ Llevaba el celular en bolsas herméticas hasta la playa
  • ✔️ Revisaba el dispositivo cada vez que salía del agua (incluso sin haber sonado)
  • ✔️ Inventaba excusas para volver al hotel “a cargar el teléfono” varias veces al día

Lo que me dolió fue ver la decepción en los ojos de mi sobrino de 7 años cuando le dije que no podía jugar fútbol con él porque tenía que responder unos correos… me quedé esperando a que llegaran, pero era algo irreal“, admite Camilo.

El momento de claridad: la conversación con su madre

Doña Lucía, su madre, lo confrontó durante una cena familiar: “Hijo, ¿qué pasó con ese niño que se perdía horas entre los matorrales del barrio sin reloj? Ahora ni siquiera puede ver un atardecer sin mirar su celular”. Esa noche, Camilo tuvo un ataque de ansiedad al darse cuenta que no recordaba cómo era estar presente en el momento sin estímulos digitales.

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En SELIA, la psicóloga especializada le explicó que sufría de:

  • ✓ Ansiedad por separación del dispositivo
  • ✓ Síndrome de “phantom vibration” (creer que el celular vibra cuando no lo hace)
  • ✓ Uso compulsivo como mecanismo para evitar emociones incómodas

Lo más impactante fue el test que mostró que desbloqueaba mi celular más de 200 veces al día sin razón consciente“, relata Camilo.

El plan de recuperación en 4 fases

  1. Detox digital gradual: Empezar con 15 minutos sin celular al día, aumentando progresivamente
  2. Reconexión sensorial: Actividades que requieren manos y atención completa (hornear, pintar)
  3. Gestión laboral saludable: Establecer horarios fijos para responder mensajes
  4. Terapia de exposición: Salir primero al jardín, luego a la tienda, finalmente a lugares públicos sin el dispositivo

Logros y desafíos a 3 meses de terapia

Avances significativos:

  • ✓ Primer paseo por la sabana de Bogotá sin celular
  • ✓ Uso reducido de 8 a 3 horas diarias (excluyendo trabajo)
  • ✓ Reencuentro con la lectura física (2 libros completos)

Retos persistentes:

  • ✗ Ansiedad al escuchar notificaciones de otros
  • ✗ Tendencia a “rellenar” tiempos muertos con scroll automático

Lecciones para otros profesionales digitales

Camilo comparte lo aprendido:

  1. La productividad no equivale a disponibilidad 24/7
  2. Las mejores ideas surgen en momentos de desconexión
  3. Las relaciones cara a cara nutren lo que el chat no puede

Descubrí que había reemplazado mis pausas naturales con dopamina digital“, reflexiona. “Ahora cuando siento el impulso de revisar el celular, me pregunto: ¿Estoy evitando sentir algo? ¿O realmente necesito hacer esto?“.

En SELIA enfatizamos que la nomofobia no es un defecto personal, sino una respuesta adaptativa a un mundo hiperconectado. Como Camilo demostró, con conciencia y estrategias adecuadas, es posible recuperar el control sobre la tecnología en lugar de ser controlado por ella. Su historia inspira a repensar nuestra relación con los dispositivos, especialmente para quienes trabajan en entornos digitales.


*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.