
Languishing: cuando no es depresión, pero tampoco es bienestar
En palabras simples, el languishing es ese “estar apagado” que te roba la motivación y te deja en un punto muerto entre la tristeza y la plenitud. Y aunque no sea lo mismo que la depresión, expertos advierten que este estado puede afectar gravemente tu bienestar si se prolonga en el tiempo.
Un reportaje de El Tiempo lo resume así: “Aunque no es depresión, podría frenar su bienestar”.
El término fue acuñado por el sociólogo Corey Keyes en 2002. Para él, la salud mental no es solo ausencia de enfermedad, sino un continuo que va desde el florecimiento (flourishing) hasta el languishing.
Si el florecimiento es sentir plenitud, energía y propósito, el languishing sería lo contrario: vivir sin motivación, sin entusiasmo, como si tu vida se hubiera puesto en pausa. ¿Te suena?
En El Tiempo lo describen como una especie de limbo emocional, en el que la persona no está mal… pero tampoco bien. Ese estado puede pasar desapercibido porque no genera alarma inmediata, pero desgasta silenciosamente.

Quizás lo reconozcas en frases como:
En términos prácticos, el languishing se manifiesta como:
¿Has sentido que vives en piloto automático? Ese podría ser un signo claro de languishing.
Muchos lo confunden, pero hay matices importantes. La depresión suele incluir síntomas más intensos como desesperanza, tristeza profunda o incluso pensamientos de muerte. El languishing, en cambio, no genera un dolor evidente, sino una ausencia de vitalidad.
Sin embargo, no hay que subestimarlo: vivir mucho tiempo en languishing puede aumentar la vulnerabilidad a desarrollar depresión en el futuro. Es como estar en un terreno intermedio donde no se grita ayuda, pero sí se necesita atención.
Vivimos en una época donde la hiperconexión, la incertidumbre laboral y el aislamiento emocional han dejado huellas profundas. La pandemia, por ejemplo, expuso a millones de personas a este estado silencioso: no había tristeza extrema, pero sí un sentimiento generalizado de apatía.
Algunos factores que alimentan el languishing:
¿Te suena haber sentido ese “apagón” emocional después de semanas de hacer siempre lo mismo? No es casualidad.
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Corey Keyes desarrolló un modelo de salud mental de doble vía. Por un lado está la presencia o ausencia de enfermedad mental; por otro, el grado de bienestar.
Aunque pueda sonar como un estado pasajero, el languishing puede tener efectos profundos:
En otras palabras, aunque no sea una enfermedad, sí es un llamado de atención.
Pregúntate:
Si respondiste que sí, puede que estés en un episodio de languishing. Reconocerlo es el primer paso para salir de ahí.
La buena noticia es que hay maneras de revertirlo. No se trata de una condena, sino de una invitación a reconectar con la vida.
Algunas estrategias:
Si quieres dar ese paso, puedes encontrar acompañamiento en terapeutas y psicólogos online de SELIA.
Aunque puede presentarse en cualquier edad, el languishing es cada vez más común entre jóvenes adultos. El tránsito entre estudios, trabajo, independencia y búsqueda de propósito puede dejar una huella de apatía.
Pero también aparece en adultos que sienten que la vida se volvió repetitiva y sin brillo. No distingue edades, solo contextos.
Algunos expertos sugieren ver el languishing como una señal, no como un enemigo. Puede ser un llamado a replantear la vida, a priorizar lo que sí importa y a soltar rutinas vacías.
¿Y si esa sensación de apatía fuera la alarma que necesitas para reconectar contigo?
Además del trabajo personal, los espacios de acompañamiento son vitales. Contar con programas de salud mental de SELIA diseñados para guiar este proceso puede marcar la diferencia.
El languishing es, en esencia, un llamado de atención. No es depresión, pero tampoco es bienestar. Es ese lugar intermedio donde puedes quedarte atrapado… o del cual puedes salir con pasos conscientes.










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