
Cómo una ruptura amorosa quebrantó mi salud: la historia de Natalia
Natalia Gómez, una comunicadora social de 25 años recién graduada de la Universidad de Manizales, llegó a Bogotá llena de ilusiones. Había conseguido su primer trabajo en una agencia de marketing digital y lo mejor de todo: su novio de la universidad, Julián, la seguía para comenzar juntos esta nueva etapa. “Pensé que éramos el cliché bonito de pareja que supera la distancia“, recuerda con amargura. Pero la capital, con su ritmo frenético y sus tentaciones anónimas, terminaría por fracturar lo que cinco años de relación universitaria habían construido.
Los problemas comenzaron seis meses después de la mudanza. Julián, ahora copywriter en una agencia rival, empezó a mencionar con frecuencia a Camila, su compañera de equipo. “Al principio eran anécdotas inocentes, luego venía con ‘ideas que Camila y él habían desarrollado juntos’, hasta que un día lo vi subir una foto con ella en sus historias… esa complicidad que antes era nuestra“, relata Natalia durante su primera sesión en SELIA.
Las discusiones se volvieron constantes: ella pedía explicaciones, él negaba cualquier improperio, hasta que la relación colapsó bajo el peso de la desconfianza mutua.
Tres semanas después de la ruptura, Natalia descubrió por Instagram que Julián y Camila oficializaban su relación. “Fue como si alguien me apagara el sol de golpe“, describe. Ese mismo día, su cuerpo comenzó a declararle la guerra:
“Me despertaba con náuseas y me dormía con dolor en el pecho. Pensé que tenía cáncer, hasta que el médico me dijo que era ansiedad severa por estrés emocional”, confiesa.
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“El día que pude completar una secuencia de yoga sin llorar, supe que estaba progresando”, recuerda Natalia.
Su trabajo en la agencia, antes fuente de orgullo, se había vuelto un recordatorio constante de Julián (quien trabajaba en el mismo rubro). Como parte de su terapia:
A ocho meses de terapia, Natalia comparte lo aprendido:
“Ahora veo a Camila en eventos de publicidad y ya no siento ese dolor físico. Incluso le sonrío, no por ella, sino por la mujer fuerte en que me convertí“, afirma con voz firme.
En SELIA enfatizamos que el dolor por rupturas es válido y común, pero cuando afecta la salud física, es señal de alerta. Como Natalia descubrió: “El mejor antídoto contra un amor que terminó fue reconectar con el amor que me debía a mí misma“. Su historia prueba que incluso las heridas más profundas pueden transformarse en motores de reinvención.
*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.










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