
Entre la culpa y el deseo: cómo una infidelidad laboral destrozó mi paz mental
Carolina, una ejecutiva de 44 años en una importante aseguradora en Bogotá, solía enorgullecerse de su vida perfectamente equilibrada. Pero detrás de esta fachada, se escondía una mujer cada vez más sola, cuyo esposo pasaba más tiempo en aviones que en casa.
El matrimonio de Carolina llevaba años funcionando en piloto automático. “Cada vez que mi esposo volvía de viaje, era como recibir a un huésped en mi propia casa“, recuerda. La rutina de ausencias constantes fue creando un vacío emocional que Santiago, su compañero de trabajo, supo llenar con atenciones que parecían sacadas de una novela romántica.
Lo que comenzó como conversaciones casuales en la cafetería de la oficina, pronto escaló a un romance clandestino. “Me convencí a mí misma de que solo era una amistad especial“, admite Carolina. Pero los mensajes nocturnos, las coincidencias planeadas en el ascensor y finalmente las citas en moteles revelaban una realidad diferente.
Carolina describe los ocho meses de aventura como “agotadores mentalmente“. Organizaba su vida como una operación militar: “Llegué a tener una mentira diferente para cada día de la semana“. El estrés constante comenzó a manifestarse en insomnio, ataques de ansiedad y un distanciamiento progresivo de su hija.
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El punto de quiebre llegó con una simple pregunta de su hija de 9 años: “Mamá, ¿por qué siempre estás cansada?“. Esa inocente observación hizo que Carolina viera con claridad el daño que estaba causando. “Fue como despertar de un sueño y darme cuenta de que estaba destruyendo todo lo que amaba“, confiesa.
Terminar la relación extramarital no trajo el alivio que Carolina esperaba. “Volví físicamente a mi matrimonio, pero emocionalmente estoy en ninguna parte“, explica. La culpa se ha convertido en su compañera constante, manifestándose en pesadillas recurrentes y una incapacidad para intimar con su esposo.
En SELIA, Carolina está aprendiendo a navegar el complejo proceso de perdón a sí misma. Su terapeuta la guía a través de tres fases clave: aceptar responsabilidad sin autodestrucción, reconstruir la comunicación marital, y lo más difícil – redescubrir su valor más allá de la validación masculina.
A seis meses de terapia, Carolina ha ganado una perspectiva más equilibrada. “Ahora entiendo que mi infidelidad fue un síntoma, no la enfermedad en sí“, reflexiona. Aunque todavía enfrenta secuelas como ansiedad en reuniones laborales, ha comenzado a reconstruir su autoestima sin depender de la atención de otros hombres.
Su historia sirve como testimonio crudo sobre cómo la soledad conyugal y la búsqueda de validación pueden llevar a decisiones destructivas. “Nadie empieza una aventura pensando en el daño que causará“, advierte. “Pero el precio emocional lo pagas aunque nadie más se entere“.
*La historia ficticia retrata los cientos de casos de pacientes de SELIA, en la búsqueda de formar conciencia con compasión en la sociedad.










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