
El síndrome del impostor: cuando el éxito no basta para creérselo
A pesar de los logros profesionales, hay personas que viven con la constante sensación de no merecer sus triunfos. “Cualquier momento alguien se dará cuenta de que no soy tan competente como creen”, piensan. Este fenómeno, conocido como síndrome del impostor, afecta a millones de personas en el mundo, especialmente a mujeres y profesionales altamente cualificados.
Según un estudio publicado en el International Journal of Behavioral Science, cerca del 70% de las personas experimentará este fenómeno al menos una vez en su vida. Aunque no está reconocido como un trastorno psicológico en los manuales diagnósticos, su impacto en la autoestima y la salud mental es innegable.
El término fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes observaron que muchas mujeres exitosas atribuían sus logros a la suerte o al esfuerzo excesivo, en lugar de a su propia capacidad.
Quienes lo padecen suelen:
“El síndrome del impostor no discrimina: afecta a estudiantes, CEOs, artistas y científicos por igual”, explica la psicóloga clínica Valerie Young, autora de The Secret Thoughts of Successful Women.
Aunque no hay una única causa, estos factores aumentan su aparición:
La creencia de que “si no es perfecto, es un fracaso” alimenta la idea de que nunca se es lo suficientemente bueno.
Familias que premian solo los logros (no el esfuerzo) pueden generar adultos que vinculan su valía al éxito externo.
Las mujeres en campos dominados por hombres (STEM, liderazgo) son más propensas a dudar de sus capacidades, según un estudio de Harvard Business Review.
Compararse constantemente con colegas puede exacerbar la sensación de ineptitud.
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La paradoja del impostor es que, incluso con evidencias objetivas (títulos, promociones, reconocimientos), persiste un sesgo cognitivo que distorsiona la autopercepción.
“El cerebro busca confirmar lo que ya cree: si piensas que eres un fraude, solo recordarás los errores, no los aciertos”, señala Young.
Si no se gestiona, este síndrome puede llevar a:
“Nadie nace sabiendo. Hasta los expertos más reconocidos cometieron errores”, recuerda Young. Llevar un registro de logros (por pequeños que sean) ayuda a contrarrestar el sesgo negativo.
Compartir estas inseguridades con colegas o mentores suele revelar que no estás solo. Investigaciones de la Universidad de Salzburgo muestran que verbalizar el sentimiento reduce su intensidad.
En lugar de “tengo que saberlo todo”, cambiar a “estoy aquí para aprender”. La psicóloga Carol Dweck lo llama mentalidad de crecimiento.
En vez de “fue nada”, probar con “gracias, trabajé duro en esto”.
Efectiva para identificar y modificar pensamientos distorsionados (“solo triunfo por suerte”).
No. Una persona con autoestima baja puede creer que no es capaz de lograr algo; quien sufre el síndrome del impostor logra cosas, pero cree que no las merece.










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