
La dopamina: mucho más que la “molécula de la felicidad”
*Con información de National Geographic.
La dopamina es uno de los neurotransmisores más fascinantes y malentendidos del cuerpo humano. A menudo se la describe como la “hormona del bienestar” o la “molécula de la felicidad“, pero su papel en nuestro organismo va mucho más allá de hacernos sentir bien. Esta sustancia química, que actúa tanto como neurotransmisor como hormona, desempeña funciones cruciales en el aprendizaje, la memoria, la atención, el movimiento, la motivación y el estado de ánimo.
Sin embargo, en los últimos años, la dopamina ha sido objeto de una gran cantidad de mitos y simplificaciones, especialmente en el mundo del bienestar y las redes sociales.
La dopamina es un neurotransmisor, es decir, una sustancia química que permite la comunicación entre las neuronas en el cerebro. Se produce principalmente en áreas como la sustancia negra y el área tegmental ventral, y desde allí se distribuye a diferentes regiones del cerebro. Además de su función como neurotransmisor, también actúa como una hormona, regulando procesos en otras partes del cuerpo, como la liberación de insulina en el páncreas.
Aunque la dopamina es comúnmente asociada con el placer y la recompensa, su papel es mucho más complejo. No es simplemente la “molécula de la felicidad“, como a menudo se la describe. En realidad, la dopamina está más relacionada con la motivación y el deseo que con el placer en sí mismo. Es la sustancia que nos impulsa a buscar recompensas, a perseguir objetivos y a superar desafíos. Sin ella, perderíamos la capacidad de sentirnos motivados para realizar incluso las tareas más básicas.
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Uno de los aspectos más estudiados de la dopamina es su papel en el sistema de recompensa del cerebro. Este sistema, que incluye áreas como el núcleo accumbens y la corteza prefrontal, se activa cuando realizamos actividades que consideramos placenteras o gratificantes, como comer, hacer ejercicio o recibir un cumplido.
Cuando el cerebro detecta una recompensa potencial, libera dopamina, lo que nos motiva a repetir la conducta que nos llevó a esa recompensa.
Sin embargo, la dopamina no es la responsable directa de la sensación de placer. En realidad, su función principal es motivarnos a buscar aquello que nos produce placer. Esto quedó claro en estudios realizados en los años 90 y principios de los 2000, donde se observó que animales con sistemas dopaminérgicos desconectados seguían disfrutando de las recompensas, pero perdían toda motivación para buscarlas. En otras palabras, la dopamina no nos hace sentir bien, sino que nos hace querer sentirnos bien.
La motivación es uno de los aspectos más importantes de la dopamina. Este neurotransmisor nos ayuda a movilizar nuestra energía y atención para perseguir objetivos, ya sea encontrar comida, construir un refugio o conectarnos con otras personas. En nuestros antepasados, la dopamina era esencial para la supervivencia, ya que les impulsaba a buscar recursos necesarios para vivir en un entorno hostil.
Hoy en día, aunque nuestras necesidades básicas están más cubiertas, esta sustancia en nuestro cuerpo sigue desempeñando un papel crucial en nuestra vida diaria. Nos motiva a estudiar para un examen, a trabajar en un proyecto o a esforzarnos en una relación.
Sin embargo, en un mundo lleno de estímulos y recompensas inmediatas, como las redes sociales o la comida rápida, nuestro sistema dopaminérgico puede verse sobrecargado. Esto puede llevarnos a buscar constantemente gratificaciones rápidas, lo que a su vez puede afectar nuestra capacidad para perseguir objetivos a largo plazo.
La dopamina también está implicada en varios trastornos mentales y neurológicos. Por ejemplo, en la enfermedad de Parkinson, la pérdida de neuronas dopaminérgicas en la sustancia negra provoca síntomas como temblores, rigidez muscular y dificultad para moverse.
Por otro lado, en trastornos como el déficit de atención con hiperactividad (TDAH), se cree que hay un desequilibrio en los niveles de dopamina que afecta la capacidad de concentración y el control de los impulsos.
En el caso de las adicciones, la dopamina juega un papel central. Las sustancias adictivas, como las drogas o el alcohol, provocan una liberación masiva de dopamina en el cerebro, lo que refuerza el comportamiento adictivo. Con el tiempo, el cerebro se vuelve menos sensible a la dopamina, lo que lleva a la persona a necesitar dosis cada vez más altas de la sustancia para sentir el mismo efecto. Este proceso, conocido como tolerancia, es una de las razones por las que las adicciones son tan difíciles de superar.
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En los últimos años, la dopamina ha sido objeto de una gran cantidad de mitos y malentendidos, especialmente en el mundo del bienestar y las redes sociales. Uno de los más comunes es la idea de que podemos “resetear” o “ayunar” la dopamina para mejorar nuestro bienestar. Sin embargo, esto es una simplificación excesiva de cómo funciona este neurotransmisor.
El llamado “ayuno de dopamina“, que se popularizó en 2019, sugiere que debemos abstenernos de actividades que estimulen la liberación de dopamina, como el uso de redes sociales o el consumo de comida chatarra, para “recalibrar” nuestro sistema dopaminérgico.
Si bien es cierto que reducir el consumo de estímulos excesivos puede ser beneficioso, no es posible “ayunar” de dopamina en el sentido literal. La dopamina es una molécula esencial para la supervivencia, y nuestro cerebro la produce constantemente, independientemente de nuestras actividades.
Otro mito común es la idea de que los “subidones de dopamina” son responsables directos de nuestras sensaciones de placer. En realidad, estas sensaciones son el resultado de una compleja interacción entre varios neurotransmisores, como la serotonina, la oxitocina y las endorfinas, además de la dopamina. Llamar a todo esto un “subidón de dopamina” es una simplificación que no refleja la complejidad de los procesos cerebrales.
En un mundo donde las recompensas son cada vez más accesibles y rápidas, es fácil caer en la trampa de buscar constantemente gratificaciones inmediatas. Las redes sociales, los videojuegos y la comida procesada son solo algunos ejemplos de estímulos que pueden sobrecargar nuestro sistema dopaminérgico.
Esto puede llevarnos a sentirnos insatisfechos con actividades que requieren más tiempo y esfuerzo, como leer un libro o aprender una nueva habilidad.
Sin embargo, esto no significa que debamos evitar por completo las actividades que nos producen placer. En lugar de eso, es importante encontrar un equilibrio entre las recompensas inmediatas y las gratificaciones a largo plazo. Esto puede implicar establecer límites en el uso de redes sociales, dedicar tiempo a actividades que nos resulten significativas o practicar la gratitud para apreciar las pequeñas cosas de la vida.
La dopamina es una molécula esencial para nuestra supervivencia y bienestar. Nos motiva a perseguir objetivos, a superar desafíos y a conectarnos con los demás. Sin embargo, en un mundo lleno de estímulos y recompensas inmediatas, es fácil caer en la trampa de buscar constantemente gratificaciones rápidas.
Entender cómo funciona la dopamina y cómo influye en nuestro comportamiento puede ayudarnos a tomar decisiones más conscientes y a vivir una vida más equilibrada.
En lugar de ver la dopamina como la “molécula de la felicidad“, es más útil entenderla como la “molécula de la motivación”. Nos impulsa a buscar aquello que nos hace sentir bien, pero también nos desafía a esforzarnos y a crecer. Al aprender a gestionar nuestros niveles de dopamina de manera saludable, podemos aprovechar su poder para construir una vida más plena y significativa.
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