
Lorna Cepeda: Cuando la psicología le desencadenó una depresión
Lorna Cepeda se graduó en Psicología, pero su ejercicio profesional duró apenas seis meses. “Me iba muy bien con los niños. Pero uy, no, eso es muy emocional… me afectaba un montón”, confesó. La empatía que la acercó a la carrera se convirtió en su talón de Aquiles: la exposición al dolor ajeno la dejó emocionalmente exhausta. En esa época —años 90—, conceptos como burnout o salud mental ocupacional eran marginales. “Hoy diría que tuve una depresión”, admitió, reconociendo que entonces no tenía las herramientas para nombrar su sufrimiento.
Este relato resuena con estadísticas actuales: según la OMS, un porcentaje significativo de profesionales de la salud mental experimentan burnout, y muchos desarrollan cuadros depresivos por “fatiga de compasión” —un agotamiento emocional derivado de la exposición constante al trauma ajeno—. Lorna, sin saberlo, fue una víctima temprana de este fenómeno.
La actriz insistió en que “no tenía tendencia” a la tristeza, un comentario que refleja el estigma aún asociado a los trastornos mentales. “Estuve muy afectada y… lo dejé”, dijo, refiriéndose a su renuncia. Su caso ilustra un patrón común: muchas personas abandonan carreras o proyectos por problemas de salud mental, pero lo atribuyen a “falta de vocación” en lugar de reconocer una crisis emocional.
Expertos en psiquiatría explican que “el estigma hace que los pacientes oculten síntomas por miedo al juicio social”. Esto se agrava en profesiones como la psicología, donde existe la expectativa de “ser fuerte” para otros. Lorna, al igual que muchos, cargó en silencio un peso que hoy —gracias a su valentía— ayuda a visibilizar.
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Tras dejar la psicología, Lorna se refugió en la actuación, un oficio que, paradójicamente, también exige manejo emocional. Sin embargo, la ficción le permitió “canalizar” sentimientos sin la carga directa de la realidad. Su experiencia refleja un principio terapéutico: actividades creativas como el teatro pueden ser herramientas de regulación emocional, algo que plataformas especializadas en salud mental integran en sus programas de terapia.
Curiosamente, fue otra actriz —Natalia Ramírez— quien, sin pretenderlo, le ofreció un contrapeso emocional. Aunque su amistad empezó con tensiones (“Era antipática, me ignoraba”), los años de complicidad en sets como El amor es más fuerte y Betty, la fea demostraron que los vínculos laborales pueden transformarse en redes de apoyo. Hoy, su amistad de 25 años subraya un mensaje clave: las relaciones auténticas son pilares contra la soledad que suele acompañar a la depresión.










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