
Lo que no debes decirle a alguien con depresión: cómo evitar frases que hieren
Cuando alguien atraviesa un episodio depresivo, sus emociones, pensamientos y conductas se ven afectados. La tristeza no es simplemente una emoción pasajera, sino un estado de sufrimiento continuo que puede afectar la vida personal, social y laboral. En ese contexto, las palabras que decimos —incluso con la mejor intención— pueden tener un impacto devastador.
“Todo el mundo se siente triste alguna vez, ya se te va a pasar” o “debes poner más de tu parte” son ejemplos de frases que, aunque comunes, minimizan la experiencia emocional del otro. Comprender qué no decir y por qué es fundamental para construir una red de apoyo real, empática y respetuosa.
Uno de los principales errores al hablar con alguien que tiene depresión es asumir que se trata de una cuestión de actitud o de voluntad. A menudo se dice “sal de eso”, como si bastara con desearlo para que la persona pueda cambiar su estado mental.
La depresión es una enfermedad mental con raíces biológicas, psicológicas y sociales. Requiere un abordaje integral, que puede incluir psicoterapia, medicamentos, cambios en el estilo de vida y, sobre todo, acompañamiento. No se trata de que la persona “quiera” o “no quiera” salir adelante: muchas veces, ni siquiera encuentra la energía para levantarse de la cama o realizar actividades básicas.
Algunas frases están tan incorporadas en el lenguaje cotidiano que resulta difícil identificar su carga negativa. Sin embargo, es fundamental aprender a detectarlas y evitarlas. A continuación, una selección de expresiones que pueden resultar invalidantes o contraproducentes:
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El primer paso para brindar apoyo es escuchar sin juzgar. La empatía no se trata de ofrecer soluciones rápidas, sino de estar presentes. Algunas frases que sí pueden ser de ayuda incluyen:
Estas expresiones refuerzan el vínculo emocional, transmiten acompañamiento y validan el dolor de la otra persona sin intentar minimizarlo ni racionalizarlo.
Tan dañinas como las frases inapropiadas son las ausencias. Muchas veces, el miedo a decir algo equivocado lleva a amigos o familiares a distanciarse o evitar el tema. Pero el silencio también comunica: puede interpretarse como indiferencia, desapego o incluso rechazo.
Estar presente, incluso sin palabras, puede ser profundamente significativo. Un mensaje, una visita, un abrazo o un simple “te tengo presente” pueden marcar la diferencia en el proceso de recuperación de alguien con depresión.
El lenguaje que usamos refleja y refuerza nuestras creencias. Decir que alguien está “loco”, que “llama la atención” o que “todo está en su cabeza” perpetúa mitos dañinos sobre la salud mental. Estos estigmas no solo afectan el entorno social de quien padece depresión, sino que también dificultan que busque ayuda profesional por miedo al juicio o al rechazo.
Por eso es tan importante revisar nuestras palabras, incluso aquellas que parecen inofensivas. Cambiar el lenguaje es un paso clave para cambiar la cultura que rodea a la salud mental.
Acompañar a una persona con depresión no implica tener todas las respuestas. Tampoco se trata de “sacarla” del problema, sino de caminar a su lado. La compasión es la capacidad de acercarse al sufrimiento del otro sin pretender resolverlo de inmediato.
Esto significa practicar la escucha activa, evitar los consejos no solicitados y respetar los silencios. También implica entender que habrá momentos en los que la persona no quiera hablar, no conteste mensajes o se aísle. Lejos de tomarlo como algo personal, es fundamental seguir estando disponibles.
Muchas veces, la mejor forma de acompañar no tiene que ver con las palabras, sino con los gestos. Estar, hacerle saber a la persona que cuenta contigo, compartir un momento de distracción, cocinarle algo, enviarle una nota o simplemente respetar su proceso son formas genuinas de amor y cuidado.
Si no sabes qué decir, puedes ser sincero. Frases como “no tengo las palabras adecuadas, pero estoy aquí” o “no sé cómo ayudarte, pero quiero hacerlo” transmiten autenticidad y disposición emocional.
Aprender a comunicarnos de manera más empática también requiere educación emocional. Esta no es una habilidad innata: se desarrolla con conciencia, reflexión y práctica. Conocer los signos de la depresión, entender cómo funciona y derribar estigmas es parte del proceso de construir relaciones más saludables.
Desde SELIA, promovemos espacios de información y formación en salud mental que nos permitan crecer como sociedad. Porque todos, en algún momento, podemos necesitar que alguien elija las palabras correctas para acompañarnos.
Las palabras construyen mundos. En el ámbito de la salud mental, pueden ser un refugio o una prisión. Saber qué no decir a una persona con depresión no es una cuestión de corrección política, sino de humanidad, de sensibilidad y de responsabilidad.
Cuando modificamos nuestro lenguaje, también modificamos nuestras relaciones. Y cuando nuestras relaciones se vuelven más empáticas, el camino hacia la recuperación se hace menos solitario y más posible.










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