
Estrés laboral extremo: el caso del ingeniero de Microsoft que perdió la vida en plena jornada
El ingeniero llegó al campus de Microsoft hacia las 7:50 p. m. para cumplir con tareas pendientes. Lo que debía ser una jornada más terminó convirtiéndose en la última. Horas después, sus compañeros lo encontraron sin signos vitales. Según los informes, no había antecedentes médicos graves ni evidencias de violencia: todo apunta a un colapso súbito del corazón, posiblemente desencadenado por la presión y el cansancio acumulados.
¿Te has preguntado cuántas veces has justificado no dormir bien, no comer a tiempo o no darte una pausa por cumplir con el trabajo? La historia de Pandey obliga a reconsiderar esa “normalidad”.
El estrés crónico se ha convertido en uno de los principales enemigos de la salud en el siglo XXI. No se trata solo de sentirse cansado o ansioso: el exceso de cortisol, la hormona del estrés, puede alterar el sistema inmune, aumentar la presión arterial y debilitar el corazón.
Estudios recientes demuestran que las personas expuestas a cargas de trabajo excesivas presentan más probabilidades de sufrir hipertensión, enfermedades coronarias e incluso depresión severa. Y lo más alarmante: muchas veces estos síntomas son ignorados hasta que ocurre lo peor.
La muerte del ingeniero de Microsoft no es un caso aislado. En países como Japón, existe un término específico, karoshi, para describir la muerte por exceso de trabajo. Ahora el fenómeno preocupa también a Occidente.

En la industria tecnológica, y especialmente en empresas de gran prestigio como Microsoft, Google o Amazon, la presión por innovar y mantenerse a la vanguardia es brutal. Esto lleva a jornadas que superan las 12 horas, reuniones de madrugada y la expectativa de estar disponible 24/7.
El problema es que, detrás de esos “logros”, se esconde una cultura que romantiza el sacrificio personal. “Si no trabajas más, alguien más lo hará”, piensan muchos empleados atrapados en esta dinámica. Pero, ¿vale la pena entregar la salud a cambio de cumplir con métricas y plazos?
Lo más doloroso es que quienes conocían a Pratik lo describen como un hombre positivo, alegre y apasionado por el deporte. Le gustaba el fútbol, el ping-pong y el cricket. Era querido por sus compañeros y por su familia. Nadie esperaba que un joven activo y aparentemente sano colapsara de esta manera.
Esto demuestra que no siempre se trata de personas con problemas médicos previos, sino de un desgaste silencioso que avanza sin dar señales claras hasta que es demasiado tarde.
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¿Y si la próxima víctima pudiera ser cualquiera de nosotros? Estas son algunas señales de que el estrés laboral está alcanzando niveles peligrosos:
Si notas más de uno de estos síntomas, es fundamental detenerte y buscar ayuda. Ignorarlos puede llevar a consecuencias graves.
En este punto, vale recordar que pedir ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino de autocuidado. En SELIA puedes encontrar terapeutas y psicólogos en línea que ofrecen orientación especializada para aprender a manejar el estrés y recuperar el equilibrio.
La muerte de un trabajador en estas condiciones debe ser una llamada de atención para las corporaciones. No basta con ofrecer gimnasios o pausas activas como estrategia de bienestar. Se necesitan políticas claras de desconexión, límites en las horas de trabajo y acompañamiento psicológico accesible para todos los empleados.
Los expertos coinciden: cuidar la salud mental de los trabajadores no es solo una cuestión de ética, también mejora la productividad y disminuye el ausentismo.
Más allá de lo que las empresas implementen, cada persona puede tomar medidas para protegerse:
Aquí surge la pregunta más importante: ¿estás priorizando tu vida o tu productividad?
El caso de Pratik Pandey no debería quedarse en la estadística de una tragedia laboral más. Debe convertirse en un símbolo de la urgencia de cambiar la forma en que entendemos el trabajo. Ninguna empresa, por grande que sea, debería justificar la pérdida de vidas humanas por exceso de presión.
En este sentido, la historia no solo interpela a Microsoft ni al sector tecnológico: nos confronta a todos. ¿Qué cultura queremos construir? ¿Una que premie los resultados sin importar el costo, o una que ponga la salud mental y física como prioridad?










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