Conducta pasivo-agresiva: Cómo identificar y gestionar este patrón tóxico

Conducta pasivo-agresiva
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La agresión no siempre se manifiesta con gritos o confrontaciones directas. En muchos casos, adopta formas más sutiles pero igualmente dañinas: la pasivo-agresividad. Este patrón de comportamiento, caracterizado por la resistencia indirecta a las demandas de los demás y la expresión encubierta de emociones negativas, puede generar conflictos persistentes en relaciones personales, laborales y familiares.

¿Qué es el comportamiento pasivo-agresivo?

El término fue acuñado durante la Segunda Guerra Mundial para describir a soldados que cumplían órdenes con resistencia encubierta. Hoy, la psicología lo define como un estilo de comunicación disfuncional donde el individuo evita expresar su desacuerdo o enojo abiertamente, recurriendo en cambio a acciones indirectas que socavan al otro.

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), aunque ya no se considera un trastorno independiente, estos rasgos pueden aparecer en personalidades narcisistas, límite o dependientes.

7 señales de una persona pasivo-agresiva

  • Castigos silenciosos
    Ignoran mensajes, llegan tarde a reuniones clave o retiran afecto como forma de venganza no verbal. in Human Behavior (2020) encontró que usuarios que buscaban relaciones serias en apps tendían a reportar mayor satisfacción que quienes las usaban solo para encuentros casuales.
  • Procrastinación selectiva
    Retrasan intencionalmente tareas que les han sido asignadas, especialmente si provienen de alguien con quien tienen un conflicto no resuelto.
  • Comentarios ambiguos o sarcásticos
    Frases como “No te enojes, era solo una broma” o “Qué suerte tienes de no preocuparte por los detalles” cargadas de doble sentido.
  • Negación del conflicto
    Insisten en que “todo está bien” mientras muestran lenguaje corporal tenso (miradas evasivas, suspiros exagerados).
  • Sabotaje encubierto
    “Olvidan” compromisos importantes o cumplen las peticiones de manera mediocre para frustrar al otro sin asumir responsabilidad.
  • Victimización
    Ante reclamos, responden con “Nunca hago nada bien” o “Siempre soy el malo”, desviando la atención de su conducta.
  • Promesas vacías
    Aceptan peticiones sin intención real de cumplirlas (“Sí, claro, luego lo hago“), generando falsas expectativas.

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¿Por qué alguien desarrolla este patrón? Causas psicológicas

Expertos señalan que la pasivo-agresividad suele originarse en:

  • Entornos donde la expresión emocional era castigada: Familias que prohibían el enojo o el desacuerdo, enseñando a reprimir emociones.
  • Baja autoestima y miedo al rechazo: Prefieren la resistencia pasiva antes que arriesgarse a una confrontación que perciben como amenazante.
  • Modelos parentales similares: Si un progenitor usaba esta conducta, el niño puede normalizarla como forma de manejar conflictos.
  • Frustración crónica: Personas que se sienten impotentes en su trabajo o relaciones, pero evitan abordarlo directamente.

Un estudio de la Universidad de California (2018) vinculó este comportamiento con altos niveles de rumiación cognitiva—la tendencia a dar vueltas obsesivas a pensamientos negativos sin buscar soluciones activas.

Consecuencias en las relaciones

La pasivo-agresividad erosiona los vínculos porque:

  • Genera confusión: La víctima percibe que algo anda mal pero no puede identificarlo claramente.
  • Impide la resolución de conflictos: Al no abordarse los problemas directamente, se acumulan resentimientos.
  • Crea dinámicas de poder desiguales: Quien usa estas tácticas controla el conflicto sin asumir su papel activo.

En el trabajo, puede derivar en ambiente tóxico, mientras que en pareja o familia suele llevar a ciclos de distanciamiento y reconciliaciones superficiales.

Cómo manejar a una persona pasivo-agresiva: 5 estrategias

Si convives con alguien así, estas pautas pueden ayudar:

  1. Nombra el comportamiento sin atacar
    Usa frases como: “Noto que has pospuesto esto varias veces, ¿hay algo que quieras comentar?”. Esto invita a la reflexión sin acusar.
  2. Establece límites claros
    Si delegan una tarea, pon plazos concretos: “Necesito esto para el viernes. Si surge algún impedimento, avísame hoy”.
  3. Evita el juego emocional
    No caigas en su dinámica de culpa (“¿Por qué actúas así si yo nunca te hago eso?“). Mantén el foco en hechos específicos.
  4. Refuerza la comunicación asertiva
    Di: “Prefiero que me digas directamente si algo te molesta. Podemos hablarlo sin juzgarnos”.
  5. Protege tu salud mental
    Si la persona se niega a cambiar, limita tu exposición. En casos graves (como acoso laboral), documenta patrones y busca apoyo institucional.

¿Es posible cambiar una conducta pasivo-agresiva?

Sí, pero requiere autoconocimiento y voluntad. La terapia cognitivo-conductual es efectiva para:

  • Identificar detonantes del comportamiento.
  • Aprender técnicas de comunicación asertiva.
  • Manejar miedos al conflicto mediante exposición gradual.

En SELIA, recomendamos buscar ayuda profesional si reconoces estos patrones en ti mismo. Cambiarlos no solo mejorará tus relaciones, sino tu bienestar emocional al liberarte de la carga de la indirecta y el resentimiento silencioso.

La pasivo-agresividad es una forma de autosabotaje disfrazada de resistencia. Como escribió el psicólogo Harriet Braiker“El resentimiento es como tomar veneno y esperar que muera el otro”. Elegir la honestidad emocional—aunque sea incómoda—es siempre el camino más sano.