Las cuatro fases del maltrato: Un ciclo destructivo que atrapa a sus víctimas

Las cuatro fases del maltrato
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El maltrato, ya sea físico, psicológico o emocional, no surge de la noche a la mañana. Es un proceso gradual, casi imperceptible, que se va infiltrando en la vida de las víctimas hasta que estas quedan atrapadas en una dinámica de control, dolor y dependencia.

Según un artículo publicado en la revista Elle, el maltrato sigue un patrón cíclico compuesto por cuatro fases: la calma, la tensión, la explosión y la luna de miel. Estas fases no solo explican por qué las víctimas permanecen en relaciones abusivas, sino también cómo el agresor logra mantener el control sobre ellas.

Este ciclo, descrito por expertos en psicología y estudios sobre violencia doméstica, es una herramienta clave para entender la complejidad del maltrato y, sobre todo, para identificar las señales de alerta que permiten romper con él.

1. La calma: El espejismo de la felicidad

Todo comienza con una apariencia de normalidad, incluso de felicidad. En la fase de calma, la relación parece idílica. El agresor se muestra cariñoso, atento y comprensivo. Es común que las víctimas recuerden esta etapa como un momento de plenitud, en el que todo fluye sin conflictos aparentes. Sin embargo, esta calma no es más que un espejismo, una máscara que oculta las primeras señales de control.

En esta fase, el agresor comienza a establecer un patrón de comportamiento en el que la víctima cede, se adapta y evita el conflicto para mantener la armonía. Esto puede manifestarse en pequeñas concesiones, como dejar de hacer algo que le gusta para complacer al otro o evitar expresar opiniones que puedan generar desacuerdos. La víctima, sin darse cuenta, empieza a normalizar estas dinámicas, creyendo que es parte de una relación saludable.

El problema surge cuando la víctima intenta establecer límites o decir “no“. Es en ese momento cuando la calma se rompe y da paso a la siguiente fase: la tensión.

2. La tensión: El inicio del control y la manipulación

La fase de tensión comienza cuando la víctima se atreve a cuestionar o contradecir al agresor. Este, al sentirse desafiado, reacciona con ira, frustración o menosprecio. Es aquí donde aparecen las primeras señales de manipulación emocional. El agresor puede utilizar tácticas como el silencio, los comentarios sarcásticos, las críticas constantes o las insinuaciones hirientes para desestabilizar a la víctima.

El objetivo de estas conductas es claro: hacer que la víctima dude de sí misma, pierda su autonomía y se sienta cada vez más dependiente del agresor. En esta fase, la víctima suele intentar calmar la situación, complaciendo al agresor y evitando cualquier comportamiento que pueda desencadenar su ira. Sin embargo, esto solo refuerza el ciclo de control, ya que el agresor aprende que sus tácticas funcionan.

Uno de los mayores peligros de esta fase es que la víctima comienza a justificar el comportamiento del agresor. Frases como “es que tiene un carácter fuerte” o “en el fondo es buena persona” son comunes en esta etapa. La víctima cree que puede cambiar al agresor, que su amor y comprensión serán suficientes para sanar sus heridas.

Esta falsa esperanza la mantiene atrapada en la relación, ignorando las señales de alerta que indican que algo no está bien.

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3. La explosión: El estallido de la violencia

La fase de explosión es la más visible y peligrosa del ciclo de maltrato. Es aquí donde la tensión acumulada estalla en forma de agresiones físicas, psicológicas o sexuales. Estas agresiones pueden variar en intensidad, desde gritos e insultos hasta golpes o abusos más graves. En esta fase, el agresor descarga toda su ira y frustración sobre la víctima, dejándola en un estado de shock y vulnerabilidad.

Lo más devastador de esta fase es que, después de la agresión, la víctima suele justificar al agresor. Frases como “yo lo provoqué” o “me lo merecía” son comunes en esta etapa. El agresor, por su parte, puede minimizar lo ocurrido, culpar a la víctima o incluso negar los hechos. Este proceso de manipulación, conocido como gaslighting, hace que la víctima cuestione su propia percepción de la realidad, lo que la lleva a asumir la culpa de lo ocurrido.

En este punto, la víctima se encuentra atrapada en un ciclo de miedo y dependencia. Cree que, si cambia su comportamiento, podrá evitar futuras agresiones. Sin embargo, esto no hace más que reforzar el control del agresor, quien sabe que puede recurrir a la violencia para mantener el poder en la relación.

4. La luna de miel: El engaño del perdón

La fase de luna de miel es la más engañosa y peligrosa del ciclo de maltrato. Después de la explosión, el agresor se muestra arrepentido, cariñoso y comprensivo. Puede pedir perdón, llorar, prometer que cambiará e incluso hacer regalos o gestos románticos para demostrar su amor. Esta fase es un intento deliberado por parte del agresor para mantener a la víctima en la relación, haciéndole creer que el maltrato fue un error aislado y que todo volverá a ser como antes.

Para la víctima, esta fase es una mezcla de alivio y esperanza. Cree que el agresor ha reconocido su error y que la relación puede mejorar. Sin embargo, esta calma es temporal. Con el tiempo, la tensión comienza a acumularse de nuevo, y el ciclo vuelve a empezar. Cada vez que se repite, las agresiones suelen ser más intensas y frecuentes, lo que aumenta el riesgo para la víctima.

El impacto en la salud mental

El ciclo de maltrato tiene un profundo impacto en la salud mental de las víctimas. La exposición constante a la manipulación, la violencia y el miedo puede generar trastornos como ansiedad, depresión, estrés postraumático y baja autoestima. Además, la dependencia emocional que se desarrolla en estas relaciones dificulta que las víctimas reconozcan la gravedad de su situación y busquen ayuda.

Uno de los mayores desafíos es que las víctimas suelen aislarse de su red de apoyo, ya sea por vergüenza, miedo o por la influencia del agresor. Esto las deja aún más vulnerables y dificulta su capacidad para salir de la relación.

Cómo romper el ciclo

Romper el ciclo de maltrato no es fácil, pero es posible. El primer paso es reconocer que se está en una relación abusiva. Esto puede ser difícil, ya que el agresor suele manipular a la víctima para que justifique o minimice su comportamiento. Sin embargo, es crucial identificar las señales de alerta y buscar ayuda.

Hablar con alguien de confianza, ya sea un amigo, familiar o profesional, es fundamental. Compartir la experiencia puede ser el primer paso para recuperar el control y la autonomía. Además, la ayuda psicológica es esencial para procesar el trauma, reconstruir la autoestima y desarrollar herramientas para evitar futuras relaciones abusivas.

Conciencia y acción

El ciclo de maltrato es una realidad devastadora que afecta a millones de personas en todo el mundo. Entender sus fases es clave para identificar las señales de alerta y romper con este patrón destructivo. Si te sientes identificado/a con estas fases o conoces a alguien que pueda estar viviendo esta situación, es importante actuar. Hablar, denunciar y buscar ayuda no solo puede salvar una vida, sino también abrir la puerta a un futuro libre de violencia y miedo.

El maltrato no es un problema individual; es un problema social que requiere conciencia, educación y acción. Al romper el silencio y apoyar a las víctimas, podemos construir una sociedad más justa y segura para todos.